Susana Sánchez Rodríguez, Universidad de Cádiz y Alícia Santolària Òrrios, Universitat de València
La mayoría de las personas, cuando pensamos en el momento en que aprendimos a escribir, recordamos la caligrafía y el trazo de las letras: aquellas páginas del cuaderno de preescolar llenas de emes, enes o eñes, en las que copiábamos grafías y frases sueltas en nuestros primeros años de escuela. Nuestras primeras letras o palabras eran eso, letras o palabras sueltas, frases con un sentido muy limitado (“mi mamá me mima”), cuya repetición y copia se centraba en el dibujo y el trazo, más que en el significado.
Pero ¿y si pudiéramos enseñar a los niños a escribir no solo como un ejercicio de repetición y trazado, sino a construir significados desde el principio?
La enseñanza inicial de la escritura ha estado tradicionalmente eclipsada por la de la lectura. Metodologías muy utilizadas en las aulas anteponen el dominio de la lectura al de la escritura. Aprender a escribir suele consistir en la práctica de la copia y el trazo de letras, palabras o frases descontextualizadas, donde no hay producción de textos con una intención comunicadora.
Sin embargo, la evidencia científica muestra que las prácticas para leer y escribir han de estar contextualizadas: es decir, tienen que tener un sentido para los aprendices. Esta misma perspectiva se recoge en el marco curricular para la educación infantil y primaria en España, por ejemplo.
Así como el acompañamiento del docente mediante la lectura en voz alta está muy normalizado, la mediación para la producción de textos escritos desde las primeras edades, que cuenta también con respaldo científico, no resulta tan frecuente en las aulas y su interés no se percibe en las familias.
Estrategias para escribir sin trazar (aún) las letras
Las investigaciones muestran el “dictado al docente” como una de las estrategias con mayor impacto en la escritura de textos en la infancia. Desde la primera infancia hasta los 7 u 8 años, las niñas y los niños no poseen todas las habilidades necesarias para escribir de forma autónoma, ya que aún no dominan las relaciones entre fonemas y grafemas, la memorización de las letras o las habilidades motrices. Estos aprendizajes se consolidan aproximadamente a los 8 años.
¿En qué consiste esta técnica y qué beneficios conlleva? El dictado al docente parte del diálogo y la interacción entre una persona experta (docente) y los escolares. Se establece una inversión de roles respecto del dictado tradicional: el alumnado habla sobre lo que quiere escribir y es el docente quien traza el texto en la pizarra, en las libretas o cuadernos.
Las niñas y los niños no solo toman las decisiones sobre lo que quieren escribir, sino que lo dictan, en un texto dicho para ser escrito, que es diferente al texto oral que formularían en una situación en la que no tuviera que ser escrito, y es la persona adulta quien lo transcribe.
El dictado al docente permite promover la producción de textos de uso social (cartas, invitaciones, listas, informes, relatos, etc.) desde la primera infancia y a lo largo de la escolaridad. Nuestras investigaciones demuestran que las niñas y los niños pueden escribir textos complejos sin trazar las letras ni tener adquiridas aún las relaciones entre letras y sonidos.
Capacidad de expresión
Esta técnica comporta grandes beneficios porque permite no sobrecargar mentalmente a las niñas y a los niños y les permite involucrarse en un aprendizaje más significativo y funcional, donde prima la capacidad de expresión.
Ejemplos del dictado al docente se pueden ver en el blog Aprendre a llegir i a escriure del grupo de formación permanente del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona.
En definitiva, el docente, aparte de estimular, apoyar, acompañar las reflexiones infantiles sobre lo que quieren expresar y cómo lo quieren expresar, hace de bolígrafo.
Agencia infantil para desarrollar una ciudadanía crítica
Así, se amplía el potencial comunicativo infantil y las posibilidades de escritura de géneros textuales interesantes para la infancia como las noticias, los cuentos, los experimentos, etc.
Las situaciones que surgen en el aula generan muchas oportunidades para escribir con sentido: ¿ha habido un vendaval que ha roto ramas en los árboles del patio? Podemos hacer nuestra propia noticia, y enviar una carta al periódico local. ¿Queremos hacer un regalo a las personas que viven en una residencia cercana? Podemos elaborar un libro de relatos divertidos.
‘Mediación’ para la escritura
Con nuestra propuesta, basada en evidencias científicas, queremos establecer un paralelismo con otro proceso de mediación con el que en cambio estamos muy familiarizados: la lectura de cuentos en voz alta a los niños.
En la mediación en la lectura, los adultos ponen los ojos para ver las letras y palabras, las manos para pasar las páginas y las explicaciones de las imágenes y las expresiones. En la mediación en la escritura, los adultos pueden poner también ojos, manos y explicaciones para componer un discurso escrito a partir de grafemas que forman frases y textos. De este modo, niñas y niños experimentan cómo se construye y organiza un texto que cumple una función comunicativa en la que se sienten involucrados.
No se nos ocurriría decirle a una niña de cuatro años: “No leas, porque no sabes”, sino “¿Quieres que leamos?”. Con el dictado al docente tampoco decimos “No escribas, porque no sabes”. Decimos, en cambio: “Dime, ¿qué quieres contar? Yo lo pongo aquí, yo hago de bolígrafo”.
Susana Sánchez Rodríguez, Profesora e Investigadora en el área de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad de Cádiz y Alícia Santolària Òrrios, Profesora e investigadora del Departament de Didàctica de la Llengua i la Literatura de la UV. Grupo de Investigación en Enseñanza de las Lenguas (GIEL). – Universitat de València), Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net