Alicia Mariscal, Universidad de Cádiz
Cuando ya pensábamos que nada más podría sorprendernos de Donald Trump, el pasado mes de septiembre asistimos perplejos a sus declaraciones sobre los inmigrantes haitianos en Springfield (Ohio) y el supuesto interés de estos por incluir mascotas en su dieta, bulo que se apresuraron a desmentir medios de todo el mundo y que Trump se tomó con bastante sentido del humor.
Esta no era la primera vez que el republicano hacía declaraciones tan desafortunadas sobre el colectivo inmigrante, pues parece sentirse especialmente cómodo en situaciones polémicas, aunque para ello deba basar sus mensajes en el odio, el racismo y la discriminación.
En 2019, advirtió en un tuit del peligro del “fin de la raza americana” por culpa de la inmigración irregular y en 2023 dijo que los inmigrantes estaban “contaminando la sangre de su país”, lo que le llevó a ser comparado con Adolf Hitler y su defensa de la pureza de la sangre.
Además, el 17 de marzo de 2024, durante un acto electoral en Ohio, expresó que los inmigrantes indocumentados “no son personas” y en octubre se refirió a ellos como “animales” en un mitin en Aurora (Colorado).
La incitación al odio a través de falsedades
En los últimos tiempos, la incitación al odio, entendida como “todas las formas de expresión que propagan, incitan, promueven o justifican el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo y otras formas de odio basadas en la intolerancia”, ha encontrado en los medios de comunicación un poderoso canal para llegar a muchas personas en poco tiempo.
Esto se debe, según los expertos, al hecho de que “en la actualidad, la forma de comunicarnos ha girado hacia una comunicación digital en la que tienen cabida la desinformación y las fake news”. En este sentido, los políticos tienden a basarse en la posverdad, es decir, la “distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
De acuerdo con los expertos, los rasgos fundamentales de la manipulación política a la hora de hacer espectáculo y basarse en posverdades pueden resumirse en tres. Primero, se destacan hechos aislados y fragmentados, que son presentados a la audiencia como si fuesen reales. El portavoz es, además, una figura de autoridad, que avala esas supuestas verdades con estrategias que dañan la imagen de los inmigrantes y los demoniza ante la población.
Si aplicamos dichos rasgos a las palabras de Donald Trump en las que afirmaba que los inmigrantes haitianos se comen a sus mascotas, la manipulación sería realizada del siguiente modo: en primer lugar, se lanza un bulo cuya fuente eran, según Trump, personas que él mismo había visto en televisión, por lo que acusa sin pruebas a los inmigrantes haitianos y siembra la duda sobre estos.
Al ser defendida tal afirmación por una figura de autoridad, ya que se trata del presidente de los Estados Unidos, sus palabras alcanzan una mayor repercusión. A dicha repercusión contribuye también que el ataque sea televisado no solo a nivel nacional, sino internacional, en un debate centrado en asociar a los inmigrantes con la criminalidad y culparlos del aumento del desempleo entre los ciudadanos estadounidenses.
La deshumanización y denigración del inmigrante
Las redes sociales se han convertido en un canal muy poderoso para la difusión de mensajes en contra de las personas migrantes, cuyos autores parecen creer que cuantos más ataques realicen, más retuits obtendrán, con mensajes tan preocupantes como los publicados por Illegal Alien Crimes y Britain First.
Las narrativas a favor o en contra del colectivo inmigrante repercuten, sin duda, en la creación de imágenes mentales sobre estos, que pueden determinar su papel bien como víctimas, o bien como verdugos.
Las narrativas negativas van dirigidas a la deshumanización y denigración del inmigrante mediante, por ejemplo, su asociación con el terrorismo y la criminalidad, como cuando el líder de Vox, Santiago Abascal, acusa a Sánchez de “importar violadores”.
Otros políticos, como André Ventura en Portugal o Francesco Lollobrigida en Italia, prefieren usar como arma arrojadiza el miedo a la “sustitución étnica” de la población.
Por otro lado, las narrativas positivas se centran, según algunos autores, en la riqueza cultural que aportan los inmigrantes, en su contribución a la economía del país que los acoge y en otro tipo de razones de carácter humanitario.
El poder manipulador del discurso es tan grande que, dependiendo de la ideología del emisor, podemos encontrarnos con que una misma noticia sirva para humanizar a las personas migrantes o justo lo contrario. Por ejemplo, la llegada de inmigrantes en pateras a las costas españolas puede presentarse como una “invasión”, para crear “la confusión y el alarmismo” que promueve Georgia Meloni, pero también para proyectar una imagen de los inmigrantes como seres humanos, que no dudan en correr riesgos con el fin de mejorar sus condiciones de vida.
Si, además, los políticos recurren a la desinformación con bulos como la costumbre de los inmigrantes de comer mascotas, sus discursos pueden provocar que los medios de comunicación se conviertan en auténticas “armas de distorsión masiva”. Por eso, es preciso adoptar una postura crítica, de manera que nuestra percepción no se vea condicionada por las noticias falsas emitidas por políticos como Trump, que lo único que buscan es ganar votos.
Alicia Mariscal, Profesora del Área de Lingüística General y del Instituto de Investigación en Lingüística Aplicada (ILA), Universidad de Cádiz
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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Fuente: republicadominicana24horas.net